Ensayo poético JAM / FIR integrante del laboratorio

Nunca estuve tan despierto como aquella vez. El aire estaba levemente templado y el sol no se veía asomar desde hace días. Lógico era invierno en la ciudad de Santiago de Chile. Preparé mi indumentaria como de costumbre. Polera, polerón, aceite de Árnica, dos pantalones de buzo y rodilleras las cuales siempre uso para prevenir cualquier golpe excepcional. Me dirigí a mi próxima Jam de Contact Improvisación en bicicleta. Me puse mis audífonos y partí. Dead can Dance era la música que sonaba en mis oídos. Tarde unos 10 minutos en llegar a la sala La Vitrina; y allí estaban los cuerpos en el piso de danza. Estirándose, haciéndose masaje, moviéndose pretendiendo entrar en calor. Lentamente fui siendo uno de ellos mientras algunos me sonreían; los rostros me son lo bastante conocidos. Poco a poco comienzan a surgir las iniciativas corpóreas. Hay miradas, roces, contrapesos y la sala como nunca toma vida. Se forman dúos, tríos, solos y una escucha generalizada se apodera de la acción. Todo fluye, nadie esta ausente. Sube el calor reinante, surge el vértigo y la vibración espacial. La Jam de Contact Improvisación nos deleita nuevamente con su particularidad presente. Se perciben esporádicas improvisaciones y se lee entre líneas algún motivo omnipresente. El afuera no existe y el Adentro todo lo invade por un lapsus de vida pasajera. El futuro se detiene a observar lo que sucede allí. Ha transcurrido bastante tiempo ya y las acciones comienzan a tranquilizarse. Se oye un suspiro a lo lejos de voz femenina. Se retorna paulatinamente a la quietud. La pausa final es producto de la complicidad. Todos recostados en el piso calmando la agitación y retornando el ritmo cardiaco a su proceso natural. Dicha especial experiencia me quedo grabada en mi humanidad y espero obviamente volver a repetirla.